Jesús en la fiesta de Jerusalem, da una lección práctica de curación y afirma que todos los hombres son hijos de Dios. La época de la Pascua vino otra vez. y Jesús y los doce fueron a Jerusalem. El día anterior al sábado llegaron al Monte de los Olivos y se alojaron en una posada que estaba antes del Monte de los Olivos, en el lado norte. Y temprano por la mañana del sábado, por la puerta de los corderos, entraron a Jerusalem.
La fuente curativa de Bethsaida, cerca de dicha puerta, estaba atestada de enfermos. Que creían que a un cierto tiempo un ángel venía y derramaba una virtud curativa en la fuente y que aquel que entraba primero y se bañaba, se curaba.
Y Jesús y los doce se detuvieron cerca del pozo.
Y Jesús vio a un hombre enfermo que había estado allí treinta y ocho años. Y quien no podía moverse sin una mano que le ayude.
Y Jesús le dijo: Mi hermano, hombre, ¿quieres ser curado? El hombre contestó: sinceramente quiero curarme, pero no tengo quien me ayude, y cuando el ángel viene y derrama virtudes curativas en el pozo. Siempre hay otro que puede caminar, que pisa primero en la fuente y yo sigo enfermo.
Y Jesús dijo: ¿Quién es el que manda acá a un ángel a patentizar este pozo simplemente para favorecer a unos pocos? Yo sé que no es Dios porque él opera imparcialmente con todos.
Nadie tiene, en las fuentes curativas del cielo, prerrogativas sobre otros. La fuente de la salud está dentro de vuestras almas. Tiene una puerta muy bien echada llave, la llave es la fe. Todos pueden tener la llave y desechar llave y abrir la puerta y sumergirse en la fuente curativa y curarse.
Entonces el enfermo lo vio con una expresión de honda esperanza y dijo: Dame la llave de fe.
Y Jesús dijo: ¿Crees lo que he dicho? Hágase según el grado de tu fe. Levántate, toma tu cama y ándate.
El hombre se levantó en el acto y se fue, y solamente dijo: Alabado sea Dios.
Y cuando las gentes le preguntaban: ¿quién te curó?, contestaba: no lo sé. Un desconocido que estaba en la fuente simplemente habló una palabra y estuve curado.
La multitud no vio cuando Jesús curó al hombre, y con los doce se fue a los patios del templo.
Y en el templo Jesús vio al hombre y le dijo: Mira que estás sano. De hoy en adelante vigila, tu correcto vivir. Anda por tu camino y no peques más, o algo peor te puede ocurrir.
Y ahora supo el hombre quien lo había curado. Contó lo ocurrido a los sacerdotes, quienes se enfurecieron, diciendo: la ley prohíbe curar en sábado.
Pero Jesús dijo: Si mi Padre trabaja en sábado, ¿no me es permitido a mí hacerlo?
El envía la lluvia, la brillantez del sol y el rocío; él hace crecer la hierva y florecer las plantas y madurar la cosecha lo mismo el sábado que cualquier otro día. Si está dentro de la ley que la hierba crezca y que las plantas florezcan en sábado, seguramente no debe haber error en socorrer a un atribulado.
Los sacerdotes se enojaron más y más porque él reclamaba ser hijo de Dios. Un sacerdote prominente. Abihu, dijo: Este sujeto es una amenaza para nuestra nación y para nuestras leyes. Se hace pasar por hijo de Dios. No está bien que siga viviendo.
Pero Jesús le dijo: Abihu, Señor, tu eres ilustrado y si es así, debes saber la ley de la vida. Te ruego pues decirme: ¿Quiénes son los hijos de Dios de los que habla el Génesis, que se casaron con las hijas de los hombres?
¿Y quién fue vuestro padre Adán? ¿De dónde vino? ¿Tuvo él padre? ¿O cayó del cielo como una estrella?.
Leemos que Moisés dijo que él. Adán, vino de Dios. Si Adán vino de Dios, te ruego decirme, ¿fue vástago?
Y si nosotros somos descendientes de este hijo de Dios, te ruego decirme, ilustrado sacerdote, quienes somos nosotros si no somos hijos de Dios? El sacerdote tenía algo urgentemente que atender y se fue.
Entonces Jesús dijo. Todos los hombres son hijos de Dios, y si viven una vida santa siempre están en casa con Dios. Ven y comprenden los trabajos de Dios y en su nombre sagrado pueden hacer estas obras. El rayo y la tormenta, son mensajeros de Dios tanto como el brillo del sol, la lluvia y el rocío.
Las virtudes de los cielos, están en las manos de Dios y a todo hijo leal le es permitido usar estas virtudes y estos poderes. El hombre es delegado de Dios para hacer su voluntad en la tierra, de modo que el hombre puede curar a los enfermos controlar a los espíritus del aire y levantar a los muertos.
Que yo tenga el poder de hacer estas cosas no es nada extraño. Todo hombre puede llegar a adquirir el poder de hacerlo. Pero para llegar allá, tiene que conquistar todas las pasiones del ego inferior. Y puede hacerlo, si así lo quiere.
De modo que el hombre es Dios en la tierra; y quien honra a Dios debe honrar al hombre, porque Dios y el hombre son uno, como el padre y el hijo son uno.
Mirad que digo que se aproxima la hora en que los muertos oirán la voz del hombre, y vivirán, porque el hijo de hombre es hijo de Dios. Hombres de Israel, escuchadme: estáis viviendo en la muerte; estáis echados llave dentro de la tumba. (No hay muerte más honda que la ignorancia y la falta de fe)
Pero un día todos oirán la voz de Dios, hecha clara por la voz del hombre, y entonces vivirán. Todos vosotros llegaréis a saber que sois hijos de Dios y entonces, por la Palabra Sagrada, os será permitido hacer las obras de Dios. Y cuando hayáis llegado a la vida, es decir, cuando hayáis llegado a la realización de que sois hijos de Dios, vosotros los que habéis vivido la Vida Correcta, abriréis los ojos en los campos de la vida.
Pero vosotros los que amáis los caminos de la voluntad de pecar, en esta resurrección os presentareis ante el tribunal de la justicia y seréis condenados a pagar las deudas que habéis contraído para con los hombres y para con vosotros mismos.
Porque todo lo que hayáis hecho erróneamente, tendréis que hacerlo otra vez y otra vez, hasta que hayáis llegado a adquirir la estatura del Hombre Perfecto. Más a su tiempo debido lo más bajo y lo más alto se levantará para caminar en luz.
¿Tendré yo que acusaros ante Dios? No, porque ya vuestro profeta Moisés lo hizo; y si no prestáis atención a las palabras de Moisés, no la prestareis a las mías, porque Moisés de mi escribió.
Levi. Dowling
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