Pero pese a todo eso, no esperábamos que sucediera de esa forma. Easa entró en Jerusalén a lomos de un asno, fiel a las palabras del profeta Zacarías acerca de la llegada del ungido.
Le seguimos con palmones y cantando hosanas. Una gran muchedumbre se congregó cuando entramos en Jerusalén, y una sensación de alegría y esperanza impregnaba el aire.
Le seguimos con palmones y cantando hosanas. Una gran muchedumbre se congregó cuando entramos en Jerusalén, y una sensación de alegría y esperanza impregnaba el aire.
Muchos nos seguían desde Betania, y salieron a nuestro encuentro los compatriotas de Simón, los zelotes.
Hasta representantes de un movimiento muy solitario de esenios habían abandonado su morada del desierto para acompañarnos en este día triunfal. Los hijos de Israel se regocijaban de que este elegido hubiera venido para liberarlos de Roma y del yugo de la opresión, la pobreza y la miseria.
Este hijo de la profecía se había hecho hombre y era un mesías. Había fortaleza en nuestros corazones, y en nuestras filas. La esperada
Este hijo de la profecía se había hecho hombre y era un mesías. Había fortaleza en nuestros corazones, y en nuestras filas. La esperada