Arrójate en los brazos envolventes del Ángel del Agua, pues El sacará de ti todo lo que es sucio y maléfico. Que mi Amor fluya hacia Ti, Padre Celestial, como el río fluye hacia el mar. Y que Tu Amor fluya hacia mi, Padre Celestial, como la lluvia apacible besa la tierra.
La Ley Santa es como el río que pasa por el bosque. Todas las criaturas dependen de él y no le niega nada a ninguna de ellas. La Ley es para el mundo de los hombres, lo que un gran río es para los riachuelos y los arroyos.
Los hermanos que traen la Ley Santa al mundo de los hombres, son como ríos de agua en un lugar seco. Puedes tu sumergirte en el agua, puedes ahogarte en ella, o puedes mitigar tu sed.
Así pues, la Ley Santa es una espada de doble filo: por la Ley puedes destruirte a ti mismo, y por la Ley puedes ver a Dios.
¡Oh Padre Celestial! Desde Tu mar celestial fluyen todas las aguas que riegan todos los siete reinos. Este mar celestial que es únicamente tuyo, se mueve y así trae las aguas en el verano y en el invierno y en todas las estaciones. Este mar Tuyo, purifica la simiente de los hombres y el vientre de las mujeres, y purifica la leche de los senos de la mujer. Tu mar celestial fluye libremente y llega hasta las grandes llanuras sembradas con cereal, y llega hasta los pequeños campos cubiertos de pasto y llega a todo el mundo terrestre.
Mil fuentes puras corren hacia los pastos que dan alimento a los Hijos de la Luz. A quien te ofrezca un sacrificio, ¡oh Tu, Santo Ángel del Agua! a ese le darás magnificencia y gloria, con salud y vigor para el cuerpo. Le darás una larga vida y después le darás el Mar Celestial.
Adoramos todas las aguas santas que mitigan la sed de la Tierra, adoramos todas las aguas santas hechas por el Creador, y a todas las plantas hechas por el Creador, porque todas ellas son santas. Adoramos el agua de la vida y todas las aguas que hay sobre la Tierra, las aguas que están quietas, las que están en movimiento y las aguas de las fuentes que fluyen constantemente, adoramos las gotas benditas de las lluvias, hacemos un sacrificio a las aguas santas y benéficas que la Ley creó.
Que ruja la mar y todas las aguas, el mundo y todos lo que en él habitan. Que los mares palmoteen con sus manos, y los cerros se regocijen mutuamente. La voz del Señor suena sobre las aguas; el Dios de Gloria envía Sus truenos. ¡Padre Celestial! Y Tu, ¡Ángel del Agua! Os estamos agradecidos, y bendecimos vuestro nombre.
Desde los lugares ocultos que están bajo la tierra se eleva un flujo de Amor: La Hermandad ha sido bendecida para siempre en el Agua Santa de la Vida. Extracto del libro los Rollos del Mar Muerto
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