.

.
מארי

¿Qué va a producir el positivismo y escepticismo de nuestros días?. Una generación seca, sin ideal, sin luz y sin fe; no creyente en el alma ni en Dios, ni en el provenir de la Humanidad, ni en esta vida ni en la otra; sin energía en la voluntad, dudando dé sí misma y de la libertad humana.

¿Qué va a producir el positivismo y escepticismo de nuestros días?. Una generación seca, sin ideal, sin luz y sin fe; no creyente en el alma ni en Dios, ni en el provenir de la Humanidad, ni en esta vida ni en la otra; sin energía en la voluntad, dudando dé sí misma y de la libertad humana.

“Por sus frutos los conocereis”, decía Jesús. Esta frase del Maestro de los Maestros, se puede aplicar lo mismo a las doctrinas que a los hombres.
Sí; este pensamiento se impone: o la Verdad es para siempre inaccesible al hombre, o ha sido poseída en gran parte por los más grandes sabios y los primeros iniciadores de la tierra. 

Ella se encuentra, por lo tanto, en el fondo de todas las grandes religiones y en los libros sagrados de todos los pueblos. Sólo que es preciso saberla encontrar y extraer.



Si se contempla la historia de las religiones con los ojos iluminados por la verdad central, que sólo la iniciación interna puede dar, queda uno a la vez sorprendido y maravillado.

Lo que entonces se advierte no semeja casi en nada a lo que enseña la Iglesia, que limita la revelación al cristianismo y no la admite más que en su sentido primario; pero se parece también muy poco a la que se enseña en nuestras Universidades, a la ciencia puramente naturalista, aunque ésta se coloca, sin embargo, en un punto de vista más amplio, puesto que pone a todas las religiones en la misma línea y les aplica un método único de investigación. Su erudición es profunda, su celo admirable, pero aún no se ha elevado hasta el punto de vista del esoterismo comparado, que muestra a la historia de las religiones y de la Humanidad en un aspecto completamente nuevo. Desde esta altura, he aquí lo que se distingue.

Todas las grandes religiones tienen una historia exterior y otra interior; la una aparente, la otra secreta. Por historia exterior yo entiendo los dogmas y mitos enseñados públicamente en templos y escuelas, reconocidos en el culto y en las supersticiones populares.

Por historia interna entiendo yo la ciencia profunda, la doctrina secreta, la acción oculta de los grandes iniciados, profetas o reformadores que han creado, sostenido, propagado esas mismas religiones. La primera, la historia oficial, la que se lee en todas las partes, tiene lugar a la luz del día; ella no es, sin embargo, menos oscura, embrollada, contradictoria.

La segunda, que yo llamo la tradición esotérica o doctrina de los Misterios, es muy difícil de desentrañar. Porque ésta se prosigue en el fondo de los templos, en las cofradías secretas, y sus dramas se desenvuelven por entero en el alma de los grandes profetas, que no han confiado a ningún pergamino ni a ningún discípulo sus crisis supremas, sus éxtasis divinos. Hay que adivinarla. Pero una vez que se la ve, aparece luminosa, orgánica, siempre en armonía consigo misma.

Se la podría llamar la historia de la religión eterna y universal. En ella se muestra el porqué de las cosas, el emplazamiento de la humana conciencia, del que la historia no nos ofrece más que un reverso laborioso.
              
                                         Edouard Schure

No hay comentarios:

Publicar un comentario