Una acción discordante necesita de una reacción en apariencia disconforme, pero en la realidad equilibrante. Si oponéis la violencia a la violencia, perpetuáis la violencia, pero si opusieras a la violencia la fuerza de la dulzura, haréis triunfar la dulzura destruyendo la violencia.

Hay sombra en el día, hay claridades en la noche, y la sombra en el día lo torna más potente, como la claridad en la noche hace aparecer a la noche más oscura. El día visible y la noche visible sólo existen así para los ojos. La luz eterna es invisible a los ojos mortales y llena de inmensidad. El día en las almas es la verdad, la noche es para ellas la mentira.
Toda verdad supone y necesita una mentira, a causa del límite de las formas, y toda mentira supone y necesita una verdad en las rectificaciones de lo finito por lo infinito. Toda mentira contiene cierta verdad, que es la precisión de la forma, y toda verdad está, para nosotros, envuelta en una cierta mentira, que es lo finito de su apariencia.
Así también será verdad, o solamente probable, que exista un inmenso individuo (o tres que hacen uno), invisible y que recompensa a los que le sirven dejándose ver; que está presente en todas partes, incluso en el infierno, donde tortura a los condenados privándolos de su presencia; que quiere la salvación de todos, pero dispensa su gracia a un pequeñísimo número; impone la ley del terror y consiente en todo lo que la haga dudosa.
¿Puede existir semejante Dios? No, no; y ciertamente que no. La existencia de Dios presentada y afirmada en esta forma es una verdad disfrazada, envuelta totalmente en mentiras.
Debemos reconocer que todo existió y existirá, que la sustancia eterna se basta a sí misma y que la forma está determinada por el movimiento perpetuo; que de otro modo todo sería fuerza y materia y no existiría el alma, siendo el pensamiento apenas un producto del cerebro, y Dios, nada más que la fatalidad del ser. Rotundamente no; porque esta negación absoluta de la inteligencia repugnaría aun a los instintos de los animales.
Es evidente que la afirmación contraria necesita la creencia de Dios. ¿Este Dios se manifestó fuera de la naturaleza, personalmente a los hombres, y les impuso ideas contrarias a la naturaleza y la razón?
Ciertamente no, porque el hecho de tal revelación, si existiese, sería manifiesta para todos; y, además, aunque el hecho de una manifestación exterior proveniente de un desconocido fuese de una realidad incuestionable, si tal ente aparece en contradicción con la razón y la naturaleza, no puede ser Dios. Moisés, Mahoma, el papa y el gran Lama dicen, que Dios les habló a cada uno de ellos con exclusión de los otros, y aseguran, a cada cual, que otros son farsantes.
Y entonces, ¿Son todos mentirosos? No, se engañan cuando se dividen y dicen la verdad cuando concuerdan. Más, ¿Les habló Dios o no? Dios carece de boca y de lengua para hablar a la manera de los hombres. Si habla, es en las conciencias, y todos nosotros podemos oírlo.
Es El quien aprueba en nuestros corazones la palabra de Jesús, la de Moisés cuando es sabia, y la de Mahoma cuando es bella. Dios no está lejos de cada uno de nosotros, dice San Pablo, pues es en El que vivimos, nos movemos y estamos.
EL GRAN ARCANO
Eliphas Levi
Eliphas Levi
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