De esta manera realizareis el programa que Jesús nos
dio en la oración dominical: El Padre nuestro. “Santificado sea Tu Nombre”, en nuestro
intelecto, “venga a nosotros Tu Reino”, en nuestro corazón, “Hágase Tu
voluntad, así en la tierra como en el cielo”, lo que es el resultado de las dos
primeras actividad.
Todo hombre es visitado, sea por los espíritus luminosos,
sea por los espíritus tenebrosos, porque, unos y otros, encuentran en él su
alimento. Según la orientación que toma, y el ideal que le anima,
atrae a las entidades celestiales o a las infernales.
Es, pues, todo un trabajo el que debe emprender sobre su
propia materia para atraer a los espíritus luminosos y convertirse en
receptáculo de la
Divinidad.
La
Divinidad no baja a un vaso sucio, sólo puede descender a una
copa luminosa, cristalina, como la copa del grial.
Omraam Mikhaël Aïvanhov
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