
Todo hombre es visitado, sea por los espíritus luminosos,
sea por los espíritus tenebrosos, porque, unos y otros, encuentran en él su
alimento. Según la orientación que toma, y el ideal que le anima,
atrae a las entidades celestiales o a las infernales.
Es, pues, todo un trabajo el que debe emprender sobre su
propia materia para atraer a los espíritus luminosos y convertirse en
receptáculo de la
Divinidad.
La
Divinidad no baja a un vaso sucio, sólo puede descender a una
copa luminosa, cristalina, como la copa del grial.
Omraam Mikhaël Aïvanhov
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