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מארי

ES BELLO MORIR POR LA LIBERTAD, ES SUBLIME SER EL MARTIR DE LA RAZÓN, PORQUE LA RAZÓN Y LA LIBERTAD SON LA ESENCIA MISMA DE LA INMORTALIDAD DEL ALMA

Las Evocaciones... Sólo la razón da derecho a la libertad. La libertad y la razón, estos dos grandes y esenciales privilegios del hombre están tan estrechamente unidos, que no podemos renunciar al uno sin desistir del ejercicio del otro. La libertad quiere triunfar por encima de la razón y ésta a su vez exige imperiosamente el reino de la libertad.

Es bello morir por la libertad; es sublime ser el mártir de la razón, porque la razón y la libertad son la esencia misma de la inmortalidad del alma.

El propio Dios es razón libre de todo lo que existe.

El diablo, por el contrario, es el desvarío fatal. Abjurar de la razón o de la libertad es renegar de Dios. Recurrir al desvarío o a la fatalidad, es mil veces más horrible y más implacable de lo que aparece en las leyendas más espantosas. Para nosotros no podría ser bello el ángel caído de Milton, ni el fulgurante Lucifer arrastrando en la noche su aureola de estrellas alcanzada por el rayo.

Estas fábulas titánicas son impías. El verdadero diablo es el de las esculturas de nuestras catedrales y el de los pintores ingenuos de nuestros libros góticos. Su forma, esencialmente híbrida, es la síntesis de todas las pesadillas; es feo, deforme y grotesco. Está cautivo y captura.

Tiene ojos por todos lados, excepto en la cabeza; ojos en el vientre, en olas rodillas y en la parte posterior del cuerpo inmundo. Está en toda parte en que puede introducirse la locura, y arrastra en pos de sí los tormentos del infierno.

No habla por sí mismo, pero hace que todos nuestros vicios hablen; es el ventrílocuo de los lujuriosos, el Python de las mujeres perdidas. Su voz es impetuosa como el torbellino, insinuante como un suave silbido. Para hablar a nuestros cerebros perturbados, insinúa su lengua bifurcada en nuestros oídos, y para desligar nuestros corazones hace vibrar su cola como una flecha.

En nuestra cabeza mata la razón, en nuestro corazón envenena la libertad; y hace siempre esto, necesariamente sin tregua y sin piedad, puesto que no es una persona, sino una fuerza ciega; maldice, pero lo hace por intermedio de nosotros; peca, pero también en nosotros. Somos nosotros los únicos responsables del mal que nos hace, pues él carece de libertad y de razón.

El es la Bestia. San Juan lo repite con insistencia en su maravilloso Apocalipsis; mas, ¿Cómo comprender el Apocalipsis si no tenemos las llaves de la Santa Cábala?. Una evocación es, pues, un llamado a la Bestia y sólo la Bestia puede responder a ella. Añadiremos, que para hacer aparecer la Bestia es preciso formarla primero en sí, para después proyectarla afuera. Este secreto es el de todos los grimorios, pero que sólo
expusieron de modo muy velado, los antiguos maestros.

Para ver al diablo es necesario disfrazarse de diablo, y después mirarse en un espejo. He ahí el Arcano en su simplicidad máxima y tal como se lo podría explicar a un niño. Diremos aún más, para los hombres: que en el misterio de los hechiceros, el disfraz se imprime al alma por el mediador astral, y que el espejo son las tinieblas animadas por el

Toda evocación sería vana si el hechicero no empezara por dañar su alma, sacrificando para siempre su libertad y su razón. Esto se comprenderá fácilmente. Para crear en nosotros la Bestia hay que matar al hombre, lo cual se representa por medio del sacrificio previo de una criatura y, mejor aún, por la profanación de una hostia.

El hombre que se decide a una evocación es un miserable que la razón tortura y que quiere aumentar en sí mismo el apetito bestial, a fin de crear en él un foco magnético dotado de una influencia fatal. Es que quiere él mismo hacerse desvarío y fatalidad. Quiere ser un imán descentrado y malo, para atraer hacia sí mismo los vicios y el oro que los alimenta. Es el crimen más terrible que la imaginación pueda soñar. Es la violación de la Naturaleza. Es un ultraje absoluto y directo a la Divinidad. Pero también, felizmente, es algo en extremo difícil de poder realizar y la mayoría de los que lo intentaron han fracasado.

                                                        El Gran Arcano

                                                            Eliphas Levi

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