No le es posible al hombre ordinario adquirir la visión del mundo astral más que preparando su doble inferior que la oculta a su percepción. La tradición oculta lo llama Guardián del Umbral y lo simboliza la leyenda bajo la forma del Dragón. Es una astral condensación de todas las precedentes encarnaciones bajo un aspecto impresionante y terrorífico. No se puede disipar este fantasma que obstaculiza el paso al mundo espiritual más que extirpando del alma los últimos vestigios de las bajas pasiones.
Cristo, el puro Genio solar, no poseía doble inferior ni se hallaba sujeto al Karma. Limpio de toda mancha, no se había jamás separado de Dios.
Pero la humanidad en medio dé la que penetrara Cristo, poseía su Guardián del Umbral, es decir, la potestad cósmica que había impulsado su evolución precedente precipitándola en el cerco de la materia y merced a la cual había conquistado la conciencia individual.
Es la potestad que al presente oculta a la mayoría de los hombres el mundo del Espíritu. La Biblia lo llama Satán, que corresponde al Arimán persa. Arimán es la sombra de Lucifer, su proyección y su contraparte inferior en los bajos mundos, el Daimón, que ha perdido su divina conciencia, convertido en genio de las tinieblas, mientras Lucifer, a pesar de su caída, sigue siendo potencialmente el portaluz, actualizándose algún día.
He aquí por qué debía Cristo vencer a Arimán en el aura magnética de la tierra antes de dar principio a su misión. Ello justifica su ayuno de cuarenta días y las tres pruebas compiladas en tres imágenes en el Evangelio según Mateo.
El príncipe de este mundo somete sucesivamente a Cristo a la tentación de los sentidos (por medio del hambre), a la del temor (mostrándole el abismo en que intenta precipitarle), a la del poder absoluto (ofreciéndole todos los reinos de la tierra). Y por tres veces, reacciona Cristo en nombre de la palabra de Verdad que le habla y resuena en su interior como la armonía de las esferas.
Mediante esta invencible resistencia, vence a Arimán, que retrocede con sus innúmeras legiones ante el Genio Solar. Una brecha se ha abierto en la tenebrosa envoltura que recubre la tierra. Se ha abierto de nuevo el portal del alma humana. Cristo ya puede entrar.
En la educación que da Cristo a su comunidad, encontramos otra vez las cuatro etapas de la antigua Iniciación, formuladas por Pitágoras en la siguiente forma: 1a. Preparación o instrucción irapaaxeir¡; 2a. Purificación xawpaif; 3a. Epifanía o iluminación reXettoTíjf; 4a. Suprema Visión o síntesis e-nupotvía..1
Los dos primeros grados de esta Iniciación se destinaban al pueblo, es decir, a la totalidad, y se administraban juntas y simultáneamente. Los dos últimos se reservaban a los apóstoles y particularmente a tres de ellos, administrándoselos gradualmente, hasta el fin de su vida.
Los dos primeros grados de esta Iniciación se destinaban al pueblo, es decir, a la totalidad, y se administraban juntas y simultáneamente. Los dos últimos se reservaban a los apóstoles y particularmente a tres de ellos, administrándoselos gradualmente, hasta el fin de su vida.
Esta renovación de los antiguos Misterios representa, en un aspecto, una vulgarización y una continuación y por otra parte predisponían y capacitaban para la videncia sintética por medio de una más elevada espiritualidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario