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מארי

JESÚS Y LOS ESENIOS ( 2 )

Renovación de los Misterios Antiguos por la venida de CRISTO. Tratemos de definir la constitución del ser sublime, de naturaleza única, salido de! bautismo del Jordán. El hijo de María, el Maestro Jesús, el Iniciado Esenio que cedió al Cristo su cuerpo físico, ofrecióle al propio tiempo sus cuerpos etéreo y astral.


Triple envoltura admirablemente armonizada y evolucionada. A través de ella, el Verbo Solar que habló astralmente a Zoroastro y en cuerpo etéreo a Moisés bajo la forma de Elohim, hablará a los hombres al través de un hombre de carne y hueso.

Faltaba eso para animarlos y convencerlos. ¡Tal opacidad oponían a la luz del alma y tal sordera a la palabra del Espíritu! Muchas veces, bajo diversas formas, se manifestaron los Dioses a los hombres desde el período atlante hasta los tiempos heroicos de Judea y de Grecia.

Inspiraron a los rishis, iluminaron a los profetas, protegieron a los héroes. Con el Cristo apareció por vez primera un Dios por completo encarnado en cuerpo de hombre.

 Y este fenómeno sin par en la Historia, se produjo en el céntrico instante de la evolución humana, es decir, en el punto inferior de su descenso en la materia.

¿Cómo remontará desde el oscuro abismo a las claras cumbres del Espíritu? Precisa para ello el formidable impulso de un Dios hecho hombre. Realizado el impulso, continuará la acción del Verbo sobre la humanidad por medio de su efluvio. Pero no será ya necesaria su encarnación.

De ahí el maravilloso organismo del ser que hubo por nombre Jesús- Cristo. Por sus sensaciones, se sumerge en la carne; por sus pensamientos se remonta a los Arquetipos. En cada soplo suyo respira la Divinidad. La totalidad de su conciencia es continua en esta palabra que tan a menudo acude a sus labios: "Mi padre y yo somos uno".

Pero al mismo tiempo se halla unido a los sufrimientos de la humanidad con invencible ternura, por el inmenso amor que le hizo aceptar libremente su misión. Su alma es una llama viva que emana de la perpetua combustión de lo humano por lo divino.

Con esto puede uno capacitarse del poderío irradiador de semejante ser.

Envolvía su aura humana una vasta aureola celeste que le permitía comunicar con todas las potestades espirituales. Su pensamiento no tropieza jamás en las escabrosas sendas del razonamiento, sino que brota con el fulgor del rayo de esta céntrica Verdad que lo abarca todo. Atraídas por esta fuerza primordial, precipítanse las almas hacia El y vibran y renacen bajo sus rayos.

El objeto de su misión consiste en espiritualizar la tierra y el hombre, elevándolos a un estadio superior de evolución. El medio será a la vez moral e intelectual. Moral, por la expansión amorosa de este sentimiento de universal fraternidad que de El emana como de un manantial inagotable. Intelectual y espiritual por la puerta que conduce a todas las almas anhelosas de Verdad hacia los Misterios.

Así, en el transcurso de los tres años que duró su obra, inicia Cristo simultáneamente a su comunidad en la doctrina moral y a los apóstoles en los antiguos Misterios que El rejuvenece y renueva, perdurándolos.

Pero al contrario de lo que acaeciera en Persia, en Egipto, Judea y Grecia, esta Iniciación, reservada antaño a unos cuantos elegidos, se propaga a la luz del día mediante reuniones públicas, para que la humanidad entera participe de ella.

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