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מארי

UNO CON LA MADRE TIERRA

La sangre que circula en nosotros es nacida de la sangre de nuestra Madre Tierra. Su sangre cae de las nubes, brota de las entrañas de la tierra; susurra en los arroyos de las montañas. Corre extendiéndose en los ríos de las llanuras, duerme en los lagos; ruge con poder en los tempestuosos mares.


Su aliento es azul en las alturas de los cielos; murmura en las cumbres de las montañas; susurra entre las hojas de la selva. Ondea sobre los campos de maíz.  Dormita en los profundos valles; abrasa en el desierto.

La dureza de nuestros huesos es nacida de los huesos de nuestra Madre Tierra, de las rocas y de las piedras.

Desnudas se alzan hacia los cielos sobre las cumbres de las montañas; son como gigantes que echados dormitan en las faldas de las montañas; como ídolos entronados en el desierto, escondidos en lo profundo de la tierra.

Lo tierno de nuestra carne es nacido de la carne de nuestra Madre Tierra, cuya carne –como cera amarilla y roja, está en las frutas de los árboles y nos nutre en los surcos de los sembrados.

Nuestras entrañas son nacidas de las entrañas de nuestra Madre Tierra y se esconden a nuestros ojos así como las profundidades invisibles de la tierra.  La luz de nuestros ojos, el oír de nuestras orejas, ambos son nacidos de los colores y sonidos de nuestra Madre Tierra, la cual nos envuelve, como las olas del mar al pez; como el remolino de aire al ave.

De cierto, de cierto os digo: el hombre es el hijo de la Madre Tierra y de ella recibieron los Hijos de los Hombres todo su cuerpo. De igual manera como el cuerpo de un recién nacido ha venido al mundo, es nacido del vientre de su madre.

De cierto os digo, sois uno con vuestra Madre Tierra, Ella está en vosotros y vosotros en Ella. De Ella nacisteis, en Ella vivís y a Ella volveréis de nuevo.

Guardad, por lo tanto, sus preceptos, porque nadie alcanzará larga vida, ni será feliz sino el que honra a su Madre Terrenal y obedece sus preceptos.  Porque vuestro alimento es su alimento, vuestra sangre su sangre. Vuestros huesos son sus huesos, vuestra carne su carne, vuestras entrañas sus entrañas.

Vuestros ojos y vuestros oídos son sus ojos y oídos.

De cierto, de cierto os digo, si faltaréis a uno solo de estos preceptos, si dañareis solo uno de vuestros miembros, os lamentareis en vuestro dolor y enfermedad y allí será el llanto y el crujir de dientes.

De cierto os digo, a no ser que sigáis las leyes de vuestra Madre Tierra, vosotros no podéis escapar de la muerte. Y el que se apega a la ley de su Madre, a él se apegará su Madre también. Sanará todas sus plagas y jamás enfermará.

Ella le alargará la vida y le protegerá de toda aflicción. Del fuego, del agua, de la picadura de serpientes venenosas. Porque vuestra madre os parió y mantiene la vida en vosotros. Os ha dado vuestro cuerpo, solamente ella puede curaros.

Felices los que aman a su Madre y reposan en paz sobre su seno. Porque vuestra Madre os ama, aún cuando la abandonéis. Y ¿Cuánto más os amará si volvéis a Ella de nuevo? De cierto, de cierto os digo, grande, muy grande es su amor. Mayor que la más grande entre las montañas y más profundo que el más profundo de los mares.

Y a los que aman a su Madre, Ella no los abandonará jamás. Así como la gallina protege a sus polluelos; como el león a sus cachorros, así la Madre protege a su único hijo. Así la Madre Tierra protege al Hijo del Hombre y le salva de todo peligro y males. Extracto del libro los Rollos del Mar Muerto

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