Les ofrece riquezas, poder y palacios espléndidos, vestidura de oro y plata, multitud de criados, todo esto y además renombre y gloria. Fornicación y falta de pudor, glotonería y embriaguez, vida disoluta y molicie; y él seduce a cada uno según las inclinaciones de su corazón. Y en el día en que los Hijos de los Hombres ya hayan llegado a ser sus esclavos, de todas estas vanidades y abominaciones, entonces en pago de ello, les arrebata todas aquellas cosas que la Madre Tierra les dio en abundancia, a los Hijos de los Hombres. Le arrebata su aliento, su sangre, sus huesos, su carne, sus entrañas, sus ojos y oídos.
Y la respiración de los Hijos de los Hombres se corta; ellos se asfixian llenos de dolor y hediondez, con el aliento de las bestias inmundas. Y su sangre es espesa y de mal olor como el agua de los pantanos. Se coagula, ennegrece como la noche de la muerte. Y sus huesos se endurecen y se hacen nudosos; se funden interiormente, se quiebran en pedazos, como la piedra al caer sobre una roca.
Y su sangre se convierte en grasa y líquido, se corrompe, se pudre con erupciones y tumores que son una abominación. Y sus entrañas llegan a estar llenas de abominable suciedad con los residuos que manan de las pudriciones y multitud de gusanos tienen su morada allí. Y sus ojos se oscurecen hasta que la negra noche los envuelve. Y sus orejas se cierran como el silencio de la tumba.
Y al fin de todo, el hijo pródigo del hombre perderá su vida. Porque no guardó los preceptos de su Madre y acumuló error sobre error. Por lo tanto, todos los dones de su Madre Tierra le serán quitados; aliento, sangre, huesos, entrañas, ojos y oídos. Y después de todo, hasta la vida, con la que la Madre Tierra coronó su cuerpo.
Empero, si el Hijo del Hombre se arrepiente de sus errores, los abandona y se vuelve a la Madre Tierra, y si observa los preceptos de la Madre Tierra y se libra de las garras de Satanás y resiste sus tentaciones, entonces la Madre Tierra recibe de nuevo a su hijo pródigo con amor y le envía sus ángeles a fin de que le sirvan.
De cierto, de cierto os digo, cuando el Hijo del Hombre resiste a Satanás, que mora en él y no hace su voluntad, a la misma hora los ángeles de la Madre Tierra aparecen ante él a fin de servirle con todo su poder, y libran completamente al Hijo del Hombre, del poder de Satanás.
Pues ningún hombre puede servir a dos señores, o serviréis a Belcebú y a sus demonios, o serviréis a vuestra Madre y a sus ángeles. O serviréis a la muerte, o serviréis a la vida. De cierto os digo, felices vosotros que practicáis las leyes de la vida y no erráis en los caminos de la muerte. Porque en ellos las fuerzas de la vida están fuertemente impresas y huyen las plagas de la muerte.
Todos a su derredor escuchaban atónitos sus palabras, porque su palabra era con Poder. Y sus enseñanzas eran distintas de las de los escribas y sacerdotes. Y aunque el sol se había puesto, no se retiraron a sus hogares. Se sentaron alrededor de Jesús y le preguntaron: Maestro ¿Cuáles son estas leyes de la vida? Quédate más con nosotros y enséñanos. Escucharemos tus enseñanzas, para que podamos ser sanados y para que podamos ser justos.
Y Jesús se sentó en medio de ellos y les dijo: De cierto, de cierto os digo, nadie puede ser feliz, sino el que cumple con la Ley.
Y los otros respondieron: Nosotros cumplimos todas las leyes de Moisés nuestro legislador, según están escritas en las Sagradas Escrituras.
Y Jesús respondió: No busquéis la Ley en vuestras Escrituras, pues la Ley es vida y las escrituras son muerte. De cierto, de cierto os digo, Moisés no recibió las Leyes escritas; sino de viva voz. La Ley es palabra viva del Dios vivo para los profetas vivientes, para los hombres vivientes.
La Ley está escrita en toda cosa viviente. Vosotros la encontrareis en las hierbas, en los árboles, en el río, en las montañas. En las aves del cielo, en los peces del mar; mas buscadla principalmente en vosotros mismos. Porque de cierto os digo, que toda cosa viviente está más cerca de Dios, que la Escritura que no tiene vida.
La Ley está escrita en toda cosa viviente. Vosotros la encontrareis en las hierbas, en los árboles, en el río, en las montañas. En las aves del cielo, en los peces del mar; mas buscadla principalmente en vosotros mismos. Porque de cierto os digo, que toda cosa viviente está más cerca de Dios, que la Escritura que no tiene vida.
Dios, de tal manera creó la vida y toda cosa viviente, a fin de que ellas enseñaran al hombre, por la palabra de Vida Eterna, las leyes del Verdadero Dios.
Dios no escribió su palabra en las páginas de un libro, sino en vuestro corazón y en vuestro espíritu. Están también en vuestro aliento, vuestra sangre, vuestros huesos. En vuestra carne, vuestras entrañas, vuestros ojos, vuestros oídos, y en cada partícula de vuestro cuerpo. Están escritas en el aire, en el agua, en la tierra. En las plantas, en los rayos del sol, en las profundidades y en las alturas. Os hablan con el fin de que comprendáis el idioma y la voluntad del Dios viviente. Pero vosotros cerráis los ojos para no poder ver, tapáis vuestras orejas para no poder oír. De cierto, de cierto os digo, la escritura es la obra del hombre, mas la vida son la obra de nuestro Dios.
¿Por qué no escucháis las palabras del Dios viviente que están escritas en sus obras? Y ¿Por qué estudiáis las escrituras muertas que son la obra de los hombres? Extracto del libro los Rollos del Mar Muerto
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