Nicodemus era uno de los gobernantes de los judíos, y era sincero, ilustrado y devoto. Vio el sello de maestro en la cara de Jesús mientras hablaba, pero no tuvo el valor de confesar públicamente su fe en él; Pero cuando vino la noche se fue a casa de Judas a hablar con Jesús.
Cuando Jesús le vio venir dijo: plenamente benditos son los puros de corazón. Dos veces benditos son los puros de corazón que no tienen miedo. Tres veces benditos son los puros de corazón que no tienen miedo y que tienen el atrevimiento de confesar su Fe ante las más altas cortes.
Y Nicodemus dijo: ¡Salud, maestro, Salud! Yo sé que eres maestro que vienes de Dios, porque el hombre solo nunca puede enseñar como tú enseñas, ni puede hacer los trabajos que tú haces.
Y Jesús dijo: A menos que un hombre vuelva a nacer, no puede comprender las palabras que yo hablo.
Y Nicodemus dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer otra vez? ¿Puede volver a entrar al útero y volver otra vez a la vida?
Y Nicodemus dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer otra vez? ¿Puede volver a entrar al útero y volver otra vez a la vida?
Y Jesús dijo: El nacimiento de que hablo no es nacimiento físico. A menos que un hombre nazca de agua y de Respiración Santa, no puede entrar en el Reino del Uno Santo. Lo que nace de la carne es creación del hombre; lo que nace de la Santa Respiración es creación de Dios. El viento sopla donde quiere; el hombre puede oír su rumor y anotar los resultados; pero el hombre no puede saber de dónde viene y a dónde va; y así es todo el que nace de la Santa Respiración.
El gobernante dijo: No comprendo. Te ruego que me digas más sencillamente qué quieres decirme.
Y Jesús dijo: el reino del Uno Santo está en el alma. Los hombres no pueden verlo con ojos físicos. Con toda su mente razonadora no pueden comprenderlo. Es una vida profunda, oculta en Dios; su reconocimiento es el trabajo de la conciencia íntima.
Los reinos terrenos son reinos del plano visible; el reino del Uno Santo es el reino de fe, de sensaciones, y el rey es el amor. Los hombres no pueden ver el amor de Dios en abstracto e inmanifestado; de allí que el Padre haya encarnado este amor en forma corpórea: la forma del hijo del hombre. Y para que el mundo pueda ver y conocer este amor expresado en forma corpórea, es necesario elevar a lo alto al hijo del hombre.
Como Moisés en el desierto levantó en alto la serpiente para la curación corpórea, así debe levantarse el hijo del hombre. Para que todos los hombres mordidos por la serpiente del polvo, la serpiente de las manifestaciones corpóreas de la vida, puedan vivir. Quien llegue a creer en él alcanzara la vida eterna. Porque Dios de tal modo amó al mundo que envió a su único hijo para que sea elevado de modo que los hombres puedan ver el amor de Dios.
Dios no mandó a su hijo a juzgar el mundo; lo mandó a que salve el mundo a traer a los hombres a la luz; Pero los hombres no aman la luz, porque la luz les revela sus debilidades. Los hombres aman la obscuridad. Ahora bien, todo el que ama la verdad viene tarde o temprano a la luz porque no teme que sus acciones se manifiesten.
La luz había llegado, y Nicodemus se fue a su casa. Había llegado a conocer el significado del nacimiento de la Santa Respiración. Había sentido la presencia del Espíritu en su alma.
Y Jesús moró en Jerusalén por muchos días, y enseñó y curó a los enfermos. La gente sencilla alegremente escuchaba sus palabras. Y muchos dejaron sus asuntos terrenos y le siguieron.
Levi. Dowling
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