Ama a tu prójimo como a ti mismo, consciente de que todos los hombres y mujeres son tu prójimo, pues al amarlos, amas a Dios.

Si toda la humanidad viviera a tenor de estos mandamientos en todo momento, no habría guerras, injusticias ni sufrimientos.
No hay leyes de ayuno, práctica o sacrificio.
Hay leyes de amor. ¡Cuán sencilla es la verdadera voluntad de Dios!
Quienes tengan oídos para oír, que oigan.
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