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מארי

EVANGELIO DE LA SALUD

"Al entrar Jesús en Cafarnaum, un capitán romano se le acercó para hacerle un ruego. Le dijo:  Señor, mi criado está en casa enfermo, paralizado y sufriendo terribles dolores. Jesús le respondió: Iré a sanarlo.

El capitán contestó: Señor, yo no merezco que entres en mi casa; solamente da la orden y mi criado quedará sano. Porque yo mismo estoy bajo órdenes superiores, y a la vez tengo soldados bajo mi mando. Cuando le digo a uno de ellos que vaya.


Va; cuando le digo a otro que venga, viene; y cuando mando a mi criado que haga algo, lo hace. Jesús se quedó admirado al oír esto, y dijo a los que le seguían: Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe como este hombre.

Y les digo que muchos vendrán de oriente y de occidente y se sentarán a comer con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de Dios, pero los que deberían estar en el reino, serán echados a la oscuridad de afuera, donde llorarán y les rechinarán los dientes.

Luego Jesús dijo al capitán: Vete a tu casa, y que se haga tal y como has creído. En ese mismo momento el criado quedó sano".

En el mundo en el que nos ha tocado vivir, nos regimos por lo que vemos. Cuando se trata de la salud buscamos las medicinas y a los médicos, y de acuerdo a las aptitudes probadas por tal o cual medicamento esperamos o no la salud. Aquí se trata de algo totalmente distinto. Se trata de dar el paso hacia la confianza absoluta.

Jesucristo es el dueño de la vida y procede con ella como un militar con sus subordinados en el sentido de mandarla venir o bien irse. Es lo mismo que decir que Jesucristo es Dios. Pues sólo Dios es el dueño de la vida. Este capitán cree y su criado se cura. Y este capitán entra al reino de Dios. Esta es la fe necesaria para entrar al reino. El criado del capitán romano (Mt 8,5-13)