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מארי

EL BÁLSAMO UNIVERSAL NO ESTA EN LA VIDA VISIBLE

Jesús y Lamaas entre los sudras y visyas. En Benares Jesús viene a ser discípulo de Udraka. Las lecciones de Udraka.

Jesús con su amigo Lamaas fueron a través de toda la región de Orissa y del valle del Ganges, buscando sabiduría entre los sudras, los visyas y los maestros. Benares del Ganges fue una ciudad rica en cultura y en ella moraron los dos maestros por muchos días.

Y Jesús buscó como aprender el arte curativo, de modo que vino ser discípulo de Udraka, el más grande de los curadores hindúes.

Udraka le enseñó los usos de las aguas, de las plantas y de las tierras, del calor y del frío, del brillo solar y de la sombra; de la luz y de la obscuridad.


Y le dijo: Las leyes de la naturaleza son leyes de salud, de modo que quien vive de acuerdo con ellas, nunca se enferma. La transgresión de estas leyes es el pecado. Quien peca, se enferma.

Quien obedece las leyes, mantiene un equilibrio en todas sus partes, asegurando así verdadera armonía. Y salud es armonía, como enfermedad es discorde. Todo lo que restaura la armonía en todas las partes del hombre es medicina y asegura la salud. El cuerpo es un clavicordio. Cuando las cuerdas se relajan o se templan demasiado, el instrumento sale fuera de tono y el hombre se enferma.

Ahora bien, todo en la naturaleza ha sido hecho para satisfacer las necesidades del hombre. De allí que todo se encuentra en los arcanos medicinales. Y que, cuando el clavicordio humano está fuera de sintonización, pueda buscarse el remedio en toda la vasta amplitud de la naturaleza: hay una curación para cada una de las dolencias de la carne.

Desde luego, la voluntad del hombre es el supremo remedio. Por el ejercicio constante de la voluntad, el hombre, puede templar la cuerda que está relajada y la nota que está demasiado baja, o relajar la cuerda que esté templada o la nota que esté demasiado alta, y así por acto de su voluntad puede curarse a sí mismo.

Cuando el hombre alcanza aquel plano en el que adquiere fe en Dios, en la naturaleza y en sí mismo, llega a saber la Palabra de poder. Entonces, su palabra es bálsamo para toda herida, es curación para toda enfermedad.

El que cura es el hombre que llega a inspirar fe. La lengua puede hablar para que oiga el oído externo, pero para alcanzar a tocar el alma es preciso que el alma hable al alma. Solo entonces comprende. Es pues hombre de fuerza aquel cuya alma es amplia y puede entrarse en otra alma, inspirando esperanza a los desesperados y fe a los que han perdido la fe; en Dios, en la Naturaleza y en el Hombre.

Para aquellos que no salen del plano de la vida visible, no hay bálsamo universal. Y como hay mil cosas que producen inarmonía y por lo tanto enferman al hombre, hay mil cosas que pueden dar el tono adecuado al clavicordio, y curar.

Lo que es medicina para uno, es veneno para otro. Lo que a uno cura, puede matar a otro. A uno puede curarle una hierba; a otro puede restaurarle la salud un vaso de agua, la brisa de las montañas puede restaurar la vida a alguien aparentemente ya incurable. Un carbón de fuego o un poquito de tierra pueden curar a otro. Bañarse en ciertas aguas puede sanar a otros.

La virtud de la mano o la respiración pueden curar a miles. Pero es el amor el supremo curativo. El pensamiento, cálido de amor, es el gran bálsamo soberano de Dios. Ahora bien, muchas de las cuerdas rotas en la vida, y muchas de las aflicciones que torturan el alma son producidas por espíritus malos del aire a los que el hombre no puede ver, los cuales inducen al hombre, en su ignorancia, a violar las leyes de la naturaleza y de Dios.

Estos poderes actúan como demonios, y hablan, y hacen al hombre pedazos y lo lanzan a la desesperación. Pero quien logra llegar a ser verdadero curador, es maestro de almas, por la fuerza de su voluntad, puede dominar a estos espíritus malos. Es cierto que algunos espíritus del aire son espíritus maestros, y son fuertes, demasiado fuertes para que pueda vencerlos un poder puramente humano Pero el hombre tiene auxiliares en planos más altos, a los que puede importunar, y quienes le ayudan para arrojar estos demonios.

Y este es el extracto de lo que dijo este gran curador Y Jesús dobló la cabeza en reconocimiento de la sabiduría de esta alma maestra, y prosiguió su camino. E. Acuario

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