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מארי

LOS MAESTROS ASCENDIDOS ( URIEL)

El Cuerpo Físico también es extraído de la sustancia de su propio ámbito. Su función, tal como sabemos, es la de realizar actos físicos y la de expresarse en el mundo de la forma.

Este cuerpo está compuesto de partículas diminutas de Sustancia Luz (que el hombre ha decidido llamar electrones), y éstas son emitidas desde el Cuerpo de Dios y prestadas a la corriente de vida individual para crear un vestido de carne y hueso “a imagen y semejanza” del Santo Ser Crístico. 

La realidad de uno no es el cuerpo físico, el cual no es más que el punto de anclaje en la Tierra para los Rayos de Luz que son proyectados directamente desde la Deidad. Es el anclaje sobre el Plano de la Tierra a través del cual debe ser canalizada una parte de las actividades de los otros siete cuerpos.

Cuando estos cuerpos se afinan completamente con el Ser de Fuego Blanco, éste último se convierte en una Presencia Maestra aquí en la Tierra.

 Recíprocamente, las imperfecciones del cuerpo físico son el resultado del impacto de la naturaleza emocional, mental y etérica no sólo de sí mismo sino también de otras corrientes de vida. Ambientes y asociaciones presentes y pasadas son factores primarios en la constitución de estos cuerpos. 

Muchos de los ascetas que obedecieron la ley de abstinencia, quienes mortificaron el cuerpo físico y murieron sin una camisa sobre sus hombros, pero que no llevaron a cabo la mortificación de los cuerpos sentimental y mental, no se han elevado tan alto como otros que pueden haber sido más relajados con lo físico pero más estrictos en la sublimación del alma.

Tomemos el caso de muchos hombres en monasterios (y mujeres en conventos) quienes, al ejercer ciertas abstinencias y mortificaciones del cuerpo físico, se llenaron de amargura, orgullo espiritual y arrogancia del alma.

Cuando sus cuerpos físicos son descartados mediante la muerte, sus almas (que es todo lo que queda para enfrentarse al tribunal kármico) ¡están en peor condición que si hubieran vivido una vida alegre y hubieran regresado a casa con unas almas en las cuales había alguna semblanza de paz y tolerancia!

Hay un equilibrio en la Ley. La obediencia moral y ética a la ley carnal del correcto vivir es buena, y ha de ser alabada siempre y cuando conduzca a la fe en la perseverancia del alma en la conciencia y en la pureza de la naturaleza; pero si estas “leyes” conducen a la frustración y dejan cicatrices en el alma, ¡mejor hubiera sido que nunca hubiesen sido hechas!

                                                   Los Maestros Ascendidos…

                                                        Habla el Amado Uriel

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